martes, 29 de abril de 2008

Sinopsis II

Por: Mr. Zombie WorkShop

Sinopsis II

Llueve. Y corro. Corro, como si fuera la única cosa que pudiera hacer en este momento. Pero mas sin embargo, hay algo que puedo hacer aparte de correr: parar. Acabo de matar a un hombre, y no me siento para nada mal, al contrario, me siento tranquilo, satisfecho. Corro aunque se que nadie me vio hacerlo, aunque se que nadie se atrevería a decir algo, pero es que no corro de ellos, huyo de mi, de mis recuerdos…

Todo comenzó a principios de agosto, una mañana con niebla, y algo de lluvia, nos encontrábamos en un parque, sentados, pues por lo general, madrugábamos bastante para ir a practicar algún deporte. Estábamos mirando hacia poniente, cuando sucedió. Como caída del cielo, ella atravesó nuestras miradas una a una, con su largo cabello, penetrantes ojos, y hermosa figura. Todos la seguimos con la mirada, como quien ve por primera vez a una mujer tan magnificente, nadie dijo nada, tan solo nos limitamos a observar. Ella era tan imponente, tan perfecta, tan… mujer… pero ahora eso ya no vale, porque ya no puedo tenerla, ahora estoy solo, solo con mi conciencia, la cual me incita a suicidarme, pero prefiero no oírla, pues toda mi vida e tildado de débiles a los que lo hacen, y no me creo débil. Por su culpa perdía a mis amigos, los únicos que me llegaron a valorar en esta vida, a pesar de todos mis errores, y debilidades.
Ahí estábamos, viéndola como tomaba asiento entre la gente, viendo como miraba el asfalto, como quien espera algo o a alguien. Recuerdo que Sebastian fue el primero en acercársele, para hablarle, y al parecer, ella lo recibió muy bien. Luego todos nos aventuramos hacia ella, como niños pequeños que buscan robar una golosina de una tienda, un poco tímidos y presionados. Sebastian sacó un cigarrillo y lo encendió, y le preguntó el nombre, dijo que se llamaba Sonia, nombre que en ese momento, no sabíamos, nos llevaría a la perdición. Nos dijo que se acababa de mudar al vecindario, y que todavía no conocía a nadie, que si le mostrábamos el barrio, y nosotros, por supuesto, accedimos. Ese día le mostramos lo que se podía hacer en aquel pequeño barrio, que todavía recuerdo con desprecio, y a las 7.00 a.m. la dejamos en su casa, como todos unos caballeros. Así fueron pasando los días, y nos encontrábamos para hablar o para caminar por ahí, de vez en cuando, para tomarnos algo, pero todo marchaba bien.

Al principio, fue sencillo, tan solo la veíamos en el parque, cuando estábamos todos reunidos, luego, cuando ella comenzó su relación con Sebastian, todo cambió, pues nuestras salidas eran para que ellos dos se fueran solos, sin que sus padres se enteraran.
Pero nada es eterno y llegó el día en que el padre de Sonia se dio cuenta y se la llevó para otra parte, nunca nos dijo para donde, y nunca más la volvimos a ver en esa época.
Pasaron varios años, y todos abandonamos nuestros hogares, para ejercer nuestras carreras, y tener una vida propia. Pero es aquí donde uno se da cuenta que este mundo es muy pequeño, y que las coincidencias son muchas, y es aquí donde debo hacer una pausa para explicar ciertas cosas.

Nuestro grupo estaba conformado por 4 individuos; Sebastian, el mayor, con 18 años, era el “líder” del grupo, si algún día hubo alguno, sabía lo que quería ser al salir del colegio, y era una persona muy puesta en su sitio, a lo mejor, por eso Sonia lo eligió. Juan era el que le seguía, también con 17 años, pero menor por escasos 2 meses, le gustaba jugar fútbol y era aficionado a los videojuegos. Cuando salió del colegio, estudió ingeniería de sistemas, para poder realizar su propio juego, como meta personal y como reto impuesto por Sebastian, pues luego de nos fuimos del barrio, nos seguimos viendo cada viernes, para tomarnos algo, y hablar sobre lo que sucedía. El menor era Pablo, con 16 años, y toda una vida por delante, estudió ingeniería de minas por 5 años en una universidad fuera del país, pues su padre tenía bastante dinero, pues es político. Y por último, yo, Ricardo, tenía 17 años, y era mayor que Juan por 1 mes, y era la voz de la razón en el grupo. Desde toda la vida me gustó jugar videojuegos, pero no tanto como a Juan, por lo que no me dediqué a esto de lleno, y preferí estudiar publicidad. Desde el momento en que ví a Sonia, supe que me gustaba más que cualquier otra mujer, me atrajo su gusto por lo innovador, lo nuevo, y supe que ella sería para mí.

Dio la casualidad de que me la encontré un día en pleno centro de a ciudad. Al principio ella no logró reconocerme, pero luego se me acercó corriendo, me abrazó y me dio un beso en la mejilla, un tanto efusiva. La sostuve en mis brazos por un rato, pero luego ella se soltó y me preguntó por mí. Ese día hablamos mucho tiempo, hasta que tuve que llevarla a su casa, pues era tarde para dejarla ir sola.
Nos vimos por un mes, tiempo en el cuál, comenzamos a tener una relación amorosa estable, como pareja seria, pues de niños, tan solo habría sido algo pasajero. Llevábamos un año como pareja y todo funcionaba bien hasta hoy, cuando llegué a mi casa. Al entrar a la habitación vi a Sebastian y a Sonia dentro, acostados en nuestra cama, una escena digna de la mejor película para adultos que pueda existir. Con toda la paciencia del mundo, saqué a Sebastian de la casa, y no le dirigí palabra a Sonia, pues temía poder hacerle daño tanto verbal, como físicamente. Luego esperé, y tal como lo pensé, llegaron Juan y Pablo, junto con Sebastian, para pedirme que lo perdonara. Yo ya estaba preparado, así que con un golpe limpio y seco sobre su cara, para luego abalanzarme sobre él, y con mi brillante cuchillo de 16”, cortarle el cuello. La sangre rodea mis brazos y manos, mientras que él muere lentamente sobre el tapete verde del suelo, me siento mucho mejor. Me doy vuelta y arremeto contra Juan, que está directamente detrás de mí, y lo apuñalo 1, 2, y hasta 3 veces. Lo apuñalo hasta que deja de moverse, y su sangre me baña por completo, luego le asesto un golpe con el mango del cuchillo a Pedro, que cae sobre Sebastian, ya muerto. Le entierro el cuchillo entre las vértebras 5 y 6, directo sobre el corazón. Una puñalada, y yace en el suelo, agonizante. Me río de la escena tan estridentemente, que los vecinos se alteran y vienen a averiguar, puedo sentirlos demasiado cerca. Me aproximo a Sonia, y le susurro que nadie le va a hacer mal, luego, besándola, procedo a enterrarle el cuchillo sobre el vientre, y lo giro, asegurándome de que la herida no se cierre, tal como lo vi en una película norteamericana. La dejo caer, y salgo de la habitación, con un cigarrillo en la boca. Y corro, tal como lo hago ahora, sin dirección alguna, pues ni siquiera el océano puede perdonar a un hombre que asesina a sus compañeros. Ahora estoy más tranquilo, me siento bien conmigo mismo, y sé que mi fin se aproxima, pues llevo sangre que no es mía en toda mi ropa, y tarde o temprano me atraparán, y en ese momento, me suicidaré, no antes, no después, para que todos vean que la vida del hombre no depende de alguien, sino de él mismo. Me siento bien, quizá demasiado bien, podría hasta cantar: “pal’ cementerio se va, la vaca de mala leche…”

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Sinopsis I

Por: Mr. Zombie WorkShop

Sinopsis I

Despierto, y todo lo que veo son revistas, algo viejas, amarillentas, que me informan que estamos en el año 2006. Me llamo Thomas por lo que puedo recordar, y no sé en donde estoy en este momento, aunque este lugar me parece remotamente familiar, como si yo ya hubiera estado aquí antes. Recuerdo haber tomado un taxi mientras fumaba un cigarrillo, no recuerdo nada más, solo tengo la cara de una persona en mi mente, ella. Pero, ¿quién es? ¿Donde la encuentro? ¿Por qué me preocupa haberle hecho algo malo? ¿Acaso quien soy para temer por la vida de los demás? Son demasiadas preguntas y a lo mejor una única respuesta, a lo mejor ella tiene idea de lo que me pasa, tiene respuestas a las preguntas que en este momento me agobian.

Después de una rápida ducha y de vestirme con la ropa que tenía puesta, sin saber si es mía o no, salgo de éste lugar. Abro la puerta y lo primero que encuentro son escaleras. Me hurgo el bolsillo de la camisa y siento una caja rectangular, abro la cajetilla de cigarrillos, queda uno en el interior, trato de encenderlo pero lo parto por la mitad “¡mierda! Debo calmarme” sale de mi boca, estoy demasiado nervioso, así que decido concentrarme y comienzo a bajar las escaleras, un poco preocupado.

Al salir a la calle, observo mi reloj y veo la hora: 10.30 a.m., comienzo a recordar mi vida, la gente con la que me relaciono, mi trabajo, y mi casa, lugar del que acabo de salir. Comienzo a recordarlo todo, pero no consigo evocar su nombre, y su presencia no abandona mi memoria, es más, con cada segundo que pasa, aumenta mi interés por saber quién es.

Subo a un bus, que parece algo anticuado, y recuerdo la hora a la que debo entrar a trabajar, a las 10.00 a.m., lo cual quiere decir que llevo 30 minutos de retraso. Prefiero bajar del autobús, pues hay embotellamiento en las calles, y prefiero coger un taxi, al cual le puedo decir por donde irnos. Aunque el hombre del taxi acelera a fondo, llegamos un poco tarde (11.00 a.m.) y ya no hay arreglo. Entro en la oficina, y todos me miran, en ese mismo momento, afuera, me parece ver la cara de una mujer conocida, pero dudo un poco si es o no es ella, pero llego a la conclusión que no. Entro en una oficina, y entra un hombre al que logro reconocer como Rhicardo, un viejo amigo. Lo saludo y el me comunica que el gerente me llama, yo ya lo presentía, me van a despedir.

Cuando llego a la oficina del gerente, este me invita a tomar asiento, y me explica la situación. Al parecer quieren que yo vaya a los barrios bajos de la ciudad y capacite a la gente al uso de alarmas locales con una mujer llamada Daniela. Lo recuerdo en ese momento: soy oficial del cuerpo de bomberos, por suerte, fui ascendido hace un par de meses, y ya no tengo que vestir ese ridículo traje amarillo con naranja, ni arriesgar mi puto pellejo para salvar a los demás. Acepto y regreso a la oficina intentando recordar quién es Daniela, pero es cuando Rhicardo me llama y me dice que él tendrá que ir con nosotros. Le pregunto acerca de la identidad de la mujer, y el se ríe de mí, y me dice que no bromee. Me río con él, aunque sigo sin recordar quién es ella y si es alguien importante en el cuerpo de bomberos.

Cuando a las 12.30 a.m. llega ella, comprendo quién es, es ELLA, esa mujer que me atormenta, la mujer que recuerdo y no recuerdo. Luego de un instante de aturdimiento, me acerco ella, pero ella me ve y se muestra reticente, como si ya me conociera. Cuando logro acercarme lo suficiente, ella me reprende y me dice que me mantenga alejado. Sin comprender porque, me retiro y le pregunto a Rhicardo acerca de lo sucedido. El me dice la primera palabra, pero yo ya lo recuerdo todo. Una serie de imágenes atraviesan mi mente, ella era la persona más importante para mí, daría la vida por ella, pero en estas imágenes, vagos recuerdos de la noche anterior, aparezco con ella en un bar, peleando y gritando, con un arma en la mano. Ahí lo comprendí todo, ahí comprendí por que ella se comportaba así conmigo, recordé el por qué mi preocupación de esta mañana: estuve a punto de asesinar a una mujer, a esa mujer, estaba muy borracho, pero en un momento dado me di cuenta de lo que estaba haciendo, así que me fui, y lógicamente terminamos. Ahora lo recuerdo todo, y creo que no tengo nada que hacer aquí, así que me acerco a Rhicardo y lo abrazo, le doy las gracias y le digo que por favor la cuide. Me acerco a Daniela, le pido perdón y le deseo buena suerte, aunque ella no me pone cuidado. Salgo a la acera, mientras que Rhicardo y Daniela me observan; cruzo la calle, pero me detengo a la mitad del camino, ella grita algo, me dice que no lo haga, pero ya es demasiado tarde, el camión está demasiado cerca…

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Por qué a veces escribo cosas tan estúpidas???

Por: Anónimo

Por que a veces escribo cosas tan estúpidas???

Gracias a el me enfrenté por vez primera con mi ser natural. Descubrí que mi obsesión por la brutalidad no era cosa mas simple que mi carencia de afecto, que cada asunto en su tiempo, cada palabra en su estilo, no era el premio merecido para una mente en desorden, sino al contrario, todo un sistema de simulación inventado por mí para ocultar lo débil que era. Descubrí que no soy fuerte , sino como reacción contra mi negligencia; que parezco generosa por encubrir mi mezquindad, que me paso de imprudente por mal pensada, que soy conciliadora para no sucumbir a mis cóleras reprimidas,. Descubrí, en fin, que el amor no es un signo del zodiaco, si no un estado del alma.

Me volví otra... Me sumergí en las letras románticas que leía cuando mi padre quiso imponérmelas con mano dura, y por ellas tomé conciencia de que la fuerza invencible que ha impulsado al mundo no son los amores felices sino los contrariados. Cuando mis gustos en música hicieron crisis me descubrí atrasada y estúpida, abrí mi corazón a las delicias de la naturaleza. Y encontré en ellas algo que a mi cuerpo le hacia falta. Era imposible negarse a tan exquisita fantasía, pero descubrí tarde que no era eso lo que me hacia falta si no al contrario era algo que me tenia sometida.


Me pregunto cómo pude sucumbir en este vértigo perpetuo que yo misma provocaba y temía. Flotaba entre nubes fallando y hablaba conmigo misma ante el espejo con la vana ilusión de averiguar quién era yo que hacia en este asquesoro mundo. Era tal mi cuestionamiento, que en una manifestación torpe tuve que sacar fuerzas de flaqueza para no ponerme frente al mundo y que consagraran realmente mi verdad: Pero es cierto. Estoy loca de amor.